Dear Rafael,
In connection with your application for the advertised PhD position in
Star and Planet Formation at Leiden Observatory I regret to inform you
that at this moment I cannot make you an offer of the position. It was
not easy to reach a decision and your application ranked very high. I
would like to thank you sincerely for your interest in the position
and wish you all the best with your carreer.
With kind regards,
Michiel Hogerheijde
La vida sigue...
viernes, abril 29, 2005
jueves, abril 28, 2005
Dejando atrás...
Dejo atrás a la siempre querida Bogotá, con todos sus encantos, toda su gente, sus calles mojadas y sus nubes grises de abril. El Boeing 757 que me lleva de regreso a Norteamérica planea suavemente sobre los campos de Colombia, cubiertos por un manto de algodón intermitente desde donde se precipita la lluvia pertinaz que da vida a las plantaciones de campesinos incógnitos que viven, trabajan y sueñan en esa tierra. No pretendo ser excesivamente trascendental, pero tampoco tendría sentido decir que no me abruma un poco dejar de nuevo el país de mis ilusiones. Me llevo a Colombia en el corazón, como siempre.
La República de Chile me tenía reservada una gran experiencia. No había estado antes en un país de la América del Sur que no fuera el mío propio; no porque me faltaran deseos de conocer a los vecinos continentales, a los hermanos suramericanos que al mismo tiempo difieren y se parecen tanto a nosotros, sino porque el transcurrir de los acontecimientos sentenció que debía ir primero a Europa y Estados Unidos antes de conocer la cercana y majestuosa belleza de los países que se asientan en los brumosos Andes. Sentirse al mismo tiempo extranjero y lugareño, disfrutar de un castellano que no es el nuestro pero que se habla de una manera tan deliciosa como el que hablamos en Bogotá, ver en los rostros de los chilenos las huellas ancestrales de nuestros antepasasdos indígenas: ese es el verdadero encanto que Chile ofrece a los suramericanos que los vistamos. Eso fue lo que disfruté de Chile. Y los telescopios, por supuesto.
La ciudad de Santiago se extiende en medio de una planicie limitada al norte por un pequeña cadena de cerros dentro de los cuales destaca el San Cristóbal. Desde su cima, una enorme virgen de inmaculada piedra caliza extiende una mirada tranquila sobre el cercano río Mapocho que recorre la ciudad de oriente a occidente, el pequeño montículo de Santa Lucía, donde por primera vez se asentaron los colonizadores que siguieron a Valdivia hasta aquellas latitudes australes, y finalmente los modernos edificios de la ciudad cosmopolita. A pesar de la estación otoñal, la temperatura es agradable y las palmas se agitan a merced de un suave viento que baja de los cerros. En la calle, la gente va de un lado a otro, se ocupa de sus asuntos con presteza y descansa en los verdes parques cuando el trajín de la ciudad los asfixia. El centro de la ciudad está engalanado con numerosas construcciones republicanas desde donde empresarioas y oficinistas santiaguinos mantienen al país en marcha. La bolsa de valores de Santiago y el Archivo Nacional son dignos ejemplos de la belleza arquitectónica de la ciudad. Nada más agradable que caminar por el paseo del Estado, que comienza en la agitada Avenida Providencia y desemboca en la Plaza de Armas. En el recorrido puede uno detenerse a comprar souvenirs hechos de cobre o entrar en una licorera y adquirir por un precio razonable una botella de buen vino del Valle del Maipo o una garrafa de pisco. El centro de Santiago es una delicia para el caminante.
La República de Chile me tenía reservada una gran experiencia. No había estado antes en un país de la América del Sur que no fuera el mío propio; no porque me faltaran deseos de conocer a los vecinos continentales, a los hermanos suramericanos que al mismo tiempo difieren y se parecen tanto a nosotros, sino porque el transcurrir de los acontecimientos sentenció que debía ir primero a Europa y Estados Unidos antes de conocer la cercana y majestuosa belleza de los países que se asientan en los brumosos Andes. Sentirse al mismo tiempo extranjero y lugareño, disfrutar de un castellano que no es el nuestro pero que se habla de una manera tan deliciosa como el que hablamos en Bogotá, ver en los rostros de los chilenos las huellas ancestrales de nuestros antepasasdos indígenas: ese es el verdadero encanto que Chile ofrece a los suramericanos que los vistamos. Eso fue lo que disfruté de Chile. Y los telescopios, por supuesto.
La ciudad de Santiago se extiende en medio de una planicie limitada al norte por un pequeña cadena de cerros dentro de los cuales destaca el San Cristóbal. Desde su cima, una enorme virgen de inmaculada piedra caliza extiende una mirada tranquila sobre el cercano río Mapocho que recorre la ciudad de oriente a occidente, el pequeño montículo de Santa Lucía, donde por primera vez se asentaron los colonizadores que siguieron a Valdivia hasta aquellas latitudes australes, y finalmente los modernos edificios de la ciudad cosmopolita. A pesar de la estación otoñal, la temperatura es agradable y las palmas se agitan a merced de un suave viento que baja de los cerros. En la calle, la gente va de un lado a otro, se ocupa de sus asuntos con presteza y descansa en los verdes parques cuando el trajín de la ciudad los asfixia. El centro de la ciudad está engalanado con numerosas construcciones republicanas desde donde empresarioas y oficinistas santiaguinos mantienen al país en marcha. La bolsa de valores de Santiago y el Archivo Nacional son dignos ejemplos de la belleza arquitectónica de la ciudad. Nada más agradable que caminar por el paseo del Estado, que comienza en la agitada Avenida Providencia y desemboca en la Plaza de Armas. En el recorrido puede uno detenerse a comprar souvenirs hechos de cobre o entrar en una licorera y adquirir por un precio razonable una botella de buen vino del Valle del Maipo o una garrafa de pisco. El centro de Santiago es una delicia para el caminante.
sábado, abril 09, 2005
Primavera
Los árboles de Baltimore están llenos de flores. ¡Ha llegado la Primavera! El Dr. H me ha escrito. Dice que aún necesita tiempo -dos o tres semanas más- para decidir lo del doctorado. Eso prolonga mi agónica espera, de manera que ahora sólo sabré si me voy a Leiden definitivamente cuando regrese de la América del sur.
A propósito, estoy haciendo las maletas para Chile y Bogotá. La emoción es grande: estar en los telescopios de ESO y luego ver a mi familia y a mis amigos va a hacerme muy feliz. El vuelo a Santiago es el lunes en la noche. Serán 9 horas y media entre Atlanta y la capital chilena, volando sobre los Andes en la oscuridad. Luego un par de días en Santiago, haciendo turismo y visitando un par de lugares que me han recomendado unos amigos chilenos (un café con piernas es una de las recomendaciones). Al tercer día, vuelo a La Serena, donde unos buses del European Southern Observatory nos recogerán para llevarnos a la montaña, a los telescopios.
Serán tres noches de observación, durmiendo en el día, trabajando en la oscuridad bajo el cielo increíble del desierto de Atacama. Luego de terminar las observaciones, que he estado planeando cuidadosamente en los últimos días, regreso a Santiago para un par de días más de turismo y luego, Bogotá.
Numerosas son las cosas que tendré que hacer en la capital de Colombia, pero lo que más anhelo es ver a mi familia, y reunirme con mis amigos en la estruendosa parranda que ellos están organizando. Pero también tendré que dar una charla sobre mi tesis, firmar mi matrícula, visitar a mis abuelos, tomar café con Ana Begins, visitar a un par de amigos y hacer de nuevo las maletas para Baltimore.
En fin, por ahora, disfrutaré del excelente tiempo que hace en Baltimore.
A propósito, estoy haciendo las maletas para Chile y Bogotá. La emoción es grande: estar en los telescopios de ESO y luego ver a mi familia y a mis amigos va a hacerme muy feliz. El vuelo a Santiago es el lunes en la noche. Serán 9 horas y media entre Atlanta y la capital chilena, volando sobre los Andes en la oscuridad. Luego un par de días en Santiago, haciendo turismo y visitando un par de lugares que me han recomendado unos amigos chilenos (un café con piernas es una de las recomendaciones). Al tercer día, vuelo a La Serena, donde unos buses del European Southern Observatory nos recogerán para llevarnos a la montaña, a los telescopios.
Serán tres noches de observación, durmiendo en el día, trabajando en la oscuridad bajo el cielo increíble del desierto de Atacama. Luego de terminar las observaciones, que he estado planeando cuidadosamente en los últimos días, regreso a Santiago para un par de días más de turismo y luego, Bogotá.
Numerosas son las cosas que tendré que hacer en la capital de Colombia, pero lo que más anhelo es ver a mi familia, y reunirme con mis amigos en la estruendosa parranda que ellos están organizando. Pero también tendré que dar una charla sobre mi tesis, firmar mi matrícula, visitar a mis abuelos, tomar café con Ana Begins, visitar a un par de amigos y hacer de nuevo las maletas para Baltimore.
En fin, por ahora, disfrutaré del excelente tiempo que hace en Baltimore.
martes, abril 05, 2005
Papapapaaaa
A parte de la muerte del Papa y Schiavo, el cambio de hora, la respuesta de la maestría en Leiden, las maromas de los uribistas allá en Colombia, el comienzo real de la Primavera, la finalización de mi tesis, los preparativos de viaje a Chile y Bogotá, el regalo de Melanie y la carta de México, no ha pasado nada interesante en la última semana.
En los años que llevo viviendo, ningún hombre distinto de Karol Wojtila se ha sentado en la silla de San Pedrito querido. La transición que se avecina me impresiona demasiado. Ya saben ustedes que no es porque sea muy religioso; más bien es porque por primera vez seré testigo de un cambio de mando cuyos iniciales pinitos se remontan a los momentos originales de ésta era cristiana. Será raro ver a otro señor (¿será gordito? ¿flaquito? ¿canoso? ¿malgeniado?) con la tiara papal sobre su cabeza, el báculo ergudido a su izquierda y la mirada puesta sobre los fieles aglutinados en San Pedro. Seguramente quienes nacieron después de 1978 sienten algo parecido a lo que yo siento ahora.
Tengo que conseguirme una platica si acepto la maestría en Leiden. Todavía no me responden del doctorado, pero si la respuesta es negativa, acepto donaciones. AHora mismo ni quiero pensar en eso. Es algo incómodo no saber cómo será tu fututo próximo.
Perdón por el comentario político, pero no me lo aguanto ¿Serán tan afortunados los ingenuos colombianos que todavía creen en el señor Uribe de caer en cuenta de lo peligrosas que son sus intensiones? Sus amigos (primos suyos y amigos de los narcos, según revela Daniel Coronell) ya empiezan a proponer cosas un poco maquiavélicas. ¡Que Juan Pablo II o el Chapulín Colorado nos protejan, desde donde quiera que se encuentren!
(Si, ya sé, hoy no estuve muy inspirado)
En los años que llevo viviendo, ningún hombre distinto de Karol Wojtila se ha sentado en la silla de San Pedrito querido. La transición que se avecina me impresiona demasiado. Ya saben ustedes que no es porque sea muy religioso; más bien es porque por primera vez seré testigo de un cambio de mando cuyos iniciales pinitos se remontan a los momentos originales de ésta era cristiana. Será raro ver a otro señor (¿será gordito? ¿flaquito? ¿canoso? ¿malgeniado?) con la tiara papal sobre su cabeza, el báculo ergudido a su izquierda y la mirada puesta sobre los fieles aglutinados en San Pedro. Seguramente quienes nacieron después de 1978 sienten algo parecido a lo que yo siento ahora.
Tengo que conseguirme una platica si acepto la maestría en Leiden. Todavía no me responden del doctorado, pero si la respuesta es negativa, acepto donaciones. AHora mismo ni quiero pensar en eso. Es algo incómodo no saber cómo será tu fututo próximo.
Perdón por el comentario político, pero no me lo aguanto ¿Serán tan afortunados los ingenuos colombianos que todavía creen en el señor Uribe de caer en cuenta de lo peligrosas que son sus intensiones? Sus amigos (primos suyos y amigos de los narcos, según revela Daniel Coronell) ya empiezan a proponer cosas un poco maquiavélicas. ¡Que Juan Pablo II o el Chapulín Colorado nos protejan, desde donde quiera que se encuentren!
(Si, ya sé, hoy no estuve muy inspirado)
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