viernes, mayo 16, 2014

Para una potencial estudiante de física anónima

En mis tiempos solía ser socialmente inaceptable decir que uno iba a estudiar física, o ciencias puras en general. El argumento era que en un país con la poca visión de investigación que tiene Colombia, dedicarse a la carrera científica era un despropósito laboral, financiero, etc. A mí el argumento me convenció inicialmente, y por eso, luego de acariciar la idea de estudiar periodismo o historia (ésta última rechazada por las mimas razones), me fui a la Universidad Nacional a estudiar ingeniería civil. Un año después, atormentado por mi constantes sueños con la Vía Láctea, y hastiado de mis largas mañanas detrás del teodolito, me cambié a estudiar física porque decidí que quería ser astrónomo.

Es difícil negar que, hasta cierto punto, ese temor de no encontrar trabajo como físico y de terminar haciendo cosas que uno no estudió (el lugar común es chofer de taxi) sigue estando vigente. Pero tal vez hoy en día los atenuantes de la situación son más esperanzadores. Por ejemplo, la comunidad científica colombiana es una comunidad emergente que está adquiriendo un momentum interesante. En algunos años ya no será imposible conseguir un trabajo en la Academia colombiana, como solía serlo hace 10 años. Lo cual no significa, por supuesto, que la competencia no siga siendo dura. En mi caso, apenas comencé a intentar obtener una posición académica en Colombia, y hasta ahora no he sido exitoso. Pero creo que eventualmente podría llegar.

No hay una regla de oro, sino más bien una serie de situaciones que vale la pena enunciar claramente. La más importante es que, si bien la mayoría de quienes quieren continuar en la física después de la carrera se van al exterior a hacer maestrías y doctorados, el éxito académico afuera tampoco está garantizado. Ser bueno y dedicado no es una garantía: en una época en la que las Universidades se están convirtiendo también en negocios ávidos de productividad barata, las posiciones permanentes como investigador son cada vez más escasas, si bien se puede sobrevivir en posiciones temporales (los llamados postdocs, eufemismo para mano de obra barata) por bastante tiempo. Y eso ya depende de cada quien. Hay quienes somos felices haciendo postdocs, al menos hasta el momento en que la adultez verdadera (la de la familia, los hijos y las noches de pereza en la casa), pega con toda su fuerza y nos conmina a buscar el santo grial de la estabilidad.

Pero no todo es tan turbio, y de hecho yo, luego de 14 años en la Academia, aún no considero el retiro, lo cual supongo es una buena señal. La Academia es uno de los trabajos más gratificantes que puedan existir. Es flexible, internacional, y hasta cierto punto carente de control estricto por parte de los superiores, lo cual la hace el tipo de trabajo perfecto que toda persona querría tener. El nivel de esfuerzo lo determina el concursante, y por lo tanto el nivel de éxito. La física ofrece hoy en día una increíble variedad de temas en los cuales trabajar, y las habilidades que se adquieren con manejo de datos, programación y el conocimiento específico en conceptos de la física pueden ser apreciadas por mucha gente también fuera de la Academia.

Tal vez el mejor consejo que puedo dar es no obsesionarse con el éxito académico. La investigación se disfruta mejor si no se está siempre pensando en ganarse un premio Nobel. Eso también significa estar siempre preparados para cambiar de rumbo. Si después de algunos años en la Academia, irse a trabajar en la industria, o en el gobierno, o en la divulgación científica, no se considera un fracaso sino una manera igualmente aceptable de sacarle el jugo a lo que se aprendió en la física, entonces uno vive mucho más feliz. Incluso creo que quienes obran así tienen más posibilidades de terminar sus días como investigador en una buena Universidad, o al menos ser un chofer de taxi con la conciencia tranquila.

Yo nunca me he arrepentido de estudiar física. No creo que haya razón para que nadie se arrepienta.