En el principio, Dios creo múltiples Universos. Y cada Universo era regido por leyes naturales diferentes, dictadas por probabilidades cuánticas. Y el espíritu de Dios se movía de una dimensión a otra.
Y dijo Dios, hágase la luz, y la densidad del Universo se hizo tan baja que los fotones pudieron propagarse libremente por el espacio. Y separó Dios la luz de la materia. Y a las partículas de luz las llamó bosones y a las de materia las llamó bariones. Y fueron los primeros segundos del Universo.
Luego dijo Dios: haya expansión del Universo, y a regiones distantes del Cosmos las conectó causalmente con un período de expansión inflacionaria y dejó que el Universo siguiera luego creciendo de manera acelerada. Y así fue. Y a la creciente estructura la llamó espacio-tiempo.
Y dijo también Dios: fórmense aglomeraciones de densidad en el Universo temprano y júntese la materia oscura en torno de estas aglomeraciones para que haya estructura en el Universo a medida que éste se expanda. Y así fue.
Y luego dijo Dios: Emerjan de las aglomeraciones cúmulos galácticos y galaxias, galaxias que formen estrellas según su naturaleza y que contengan la semilla de nuevas estrellas que nazcan y encuentren su fin de acuerdo con su masa. Produjéronse pues galaxias espirales, elípticas e irregulares, y cada una formaba estrellas en su interior, de aceurdo a su naturaleza. Y vio Dios que era bueno.
Entonces dijo Dios: que las lumbreras estelares tengan discos protoplanetarios, y que de esos discos se formen planetas de todo tipo que de sus estrellas reciban energía y que las orbiten y giren también en torno a sí mismos para que en cada uno haya días y años.
E hizo el Señor muchos planetas, grandes y pequeños, y a algunos les dio gruesas atmósferas y a otros sólo una superficie rocosa, y a algunos los proveyó de satélites naturales y los hizo girar en gran variedad de órbitas alrededor de todo tipo de lumbreras. Y vio Dios que todo era bueno.
Dijo Dios: produzcan los planetas seres vivientes, que evolucionen en sus variadas superficies. Y creó Dios la vida basada en el carbono, en el fósforo, pero también en el arsénico. Y creo los eucariotas, que evolucionaron de acuerdo con la selección natural hacia formas de vida más y más complejas, y poblaron los mares y los cielos de los muchos planetas que había creado el Señor. Y vio Dios que era bueno.
Y dijo Dios: que produzca la evolución todo tipo de criaturas, de variados tamaños y adaptaciones, y que se reproduzcan en las profundidades de las aguas y en el interior de las calderas volcánicas, y que haya extinciones masivas y explosiones cámbricas, y que surjan y desaparezcan especies enteras en muchos de los planetas que existen.
Y dijo Dios: que algunos de éstos seres desarrollen cerebros, y conciencia de sí mismos, y que utilicen herramientas de su propia concepción para modificar su entorno, para que se desplieguen por sus respectivos planetas y domestiquen animales y cereales, y que dependan de sí mismos e inventen la filosofía, la religión y la ciencia, y que escriban este Génesis y justifiquen así Mi existencia.
Y bendijo Dios a estas civilizaciones técnicas. Y les dijo: progresad, expandíos por el Cosmos hasta que encontréis vuestra propia destrucción o la existencia de vuestros similares y entendáis vuestro lugar en el Universo que he creado. Y creadme a Mí como Yo os he creado a vosotros, para que luego entendáis que no soy necesario para explicar vuestra existencia.
Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera.
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